Como él no confiaba en su sonrisa, prefirió doblarla por la mitad y metérsela en el bolsillo. Sin quererlo, pensaba en ella más de lo habitual y el aire inventaba en el horizonte el momento en que ella sacaba la lengua, y despacito, la paseaba sobre sus labios y los humedecía paso a paso, de a gotitas.
Quiso quebrarle la sonrisa en tres pedazos, pero como no creía en ella, sólo logró dormir sobre su boca y arrullarse en un suspiro.
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