miércoles, 21 de julio de 2010

IN DULCI JUBILO



La tarde se dormía en mis pestañas.
Papá prendía el televisor viejo y sacaba un disco.
Un LaseDisc gigante, que no cabía en sus manos, relucía dentro de sus pupilas.
Sonreía.
Parecía un niño desbaratando un juguete.
Parecía estar desmenuzando el alma en cada Play.

Primero fue Queen, y Freddy Mercury movía sus caderas enfundadas en una elgante y ajustada trusa en blanco y negro. Con sus tetillas al aire cantaba como dios manda y yo enloquecía con su baile, cuando sus ojos se volvían rojos tras un viaje en moto, papá soltaba una carcajada. Yo adoraba sus gafas en forma de estrella y quería que en Medellín nevara para comprarme unas botas de cuero y poder cantar a todo pulmón.

Sobre las baldozas frías dejaba mi espalda descubierta, (es que adoro escuchar música con la columna helada) y entonces papá cambiaba el Laser y el concierto de PinkFloyd inundaba el piso y ladrillos de icopor caían del cielo, una horda de martillos marchaban sobre mis piernas y el miedo me inundaba el corazón cuando aparecía un gigante sin pelo. La alegría de las canciones acompañadas, pensé, y su sonrisa apareció en mis labios. Yo quería tener el pelo rojo y abundante para poder cantar sobre una torre y quería tener los labios rojos, para poder cantar sobre una torre.

Se marchitaban las horas y burlábamos el tiempo.
Si en un momento el sol clareaba el infinito,más me demoraba yo al parpadiar,que el cielo en oscurecerse a gris oscuro.



Después fue Laura Branigan tomando Whisky y Michael Jackson convertido en pantera, Enya sobre un barco de papel y mantequilla, El coro rojo de Rusia cantando Ka-lin-ka Ka-lin-ka ¡Kalinka moya! y yo con el estómago en el cuello quería ser una muñequita rusa de pómulos sonrosados y mirada de cristal. Yo quería vivir en Moscú para ser bailarina de Ballet. Y ellos seguían con su Kalinka y Ka-lin-ka y yo me acordé que me pusieron Valentina por una rusa. Y papá cantaba con los rusos y adoraba los rusos...mientras yo daba una vuelta al cielo montada en un cohete de papel.

Stop.

Un cigarrillo en la ventana.

Yo le pedía una y otra vez que me pusiera esta canción, "Papá la primera, papá la primera" y el aceptaba. Aparecía Mike Olfield de escasos 19 años, con el cabello entre los ojos y las uñas largas. La melodía inundaba el cuarto y yo sonreía.
Para segmentar los sentidos yo cerraba los ojos, y pensaba,
que eramos dos en uno mismo, porque él... él también sonreía...

El Dulce Júbilo de la melodía acompañada, sin más palabras que el silencio que se engarza entre los dientes.

A Papá nunca le han gustado las palabras.
Yo soy un poquito sorda.
Nosotros no nacimos para hablar.
Lo único que sabemos hacer,
es escuchar música juntos.