martes, 17 de febrero de 2009

**CAPITULO II** (100 palomas de papel)

—Hay vos, estuve suspirando un tiempo mientras soñaba con verte regresar. Ahora no entiendo por qué cuándo ya estas aquí y te estoy mirando ciegamente, siento un miedo angustioso y la garganta se me llena de piedras y ya no quiero mirarte, y odio el regreso y el volver… ¿Por qué? ¿Por qué regresar y volver son lo mismo pero a la vez se niegan?... ¿Acaso es volver a casa?, ¿volver al primer amor? ¿Regresar a dónde? ¿Con la cabeza a tu niñez… a los sueños que juntos alguna vez pensamos que íbamos a escupirle al cielo?... ¿volviste o regresaste?

—Es difícil, por eso mi primera duda, por eso este titubear a lanzarme de brazos abiertos. Regreso para volver a mis sueños más primarios, ese desear de una compañía que quizás muchas veces estuvo en mis mismos lugares: la misma postura en una silla, los mismos ojos y por puro azar... Un sueño compartido sin que ambos supusiéramos la posibilidad de los anhelos puntualmente exactos al deseo.

—Yo quiero que volvás, pero debes saber que esto es lo que tengo para ofrecerte: una cara ya marchita por los vientos que han gritado tu ausencia y unas manos callosas de tanto tejer y destejer tu rostro en el tiempo. No tengo más, si regresaste buscando a quién dejaste hace ya incontables años, podés devolverte y ahogarte con tus sirenas enmudecidas.

—Vuelvo con mil rostros destrozados, mil corazones que me esperan, mil desconfianzas; pero te ofrezco una confianza nueva para que soportes un pasado que te perdiste, un pasado que será para ti un presente confuso y en mí un revivir de emociones perdidas que compartiré con vos para que acompañes este corazón que enmudece.

—No, no sigas... ¿vos crees que es sencillo sentarme todas las noches frente a un mar que indigente me observa y no me ofrece ni un suspiro de aliento?, ¿vos crees que es muy fácil mirarme en el espejo, y desnuda, descubrir que vos no has vuelto y que tus manos nunca volvieron a rozar mi cuello? Ahora volvés con tus palabras marchitas y quiero que te las tragués… sonrío con pena porque sé que son fáciles de saborear, sólo te sabrán a flores muertas... un poquito agrias. Pero yo... yo tengo el alma ya marchita... yo no tengo palabras que tragarme porque todas se las llevó el viento cuando aún en el horizonte soñaba con ver tu barco empezar a dibujarse en diminutas pinceladas rojizas…No volvás entonces, ya no quiero que volvas. ¿Qué otros corazones te esperan si no el mío? ¿Qué confianza podés darme para soportar tantas presencias imaginadas? yo creo que me enloquecí esperándote... ya ni tu confianza rota me vale.

No hay comentarios:

Publicar un comentario