Antes que nada, quisiera agradecer, en nombre de la Familia Cruz Correa, Mi
familia, a cada una de las personas y
amigos que con su presencia, mensajes y manifestaciones de cariño se han hecho
presente y nos acompañan en espíritu en este camino que hoy nos reúne y que
como grupo familiar iniciamos. Gracias de corazón.
Voy a empezar estas letras, y
esta intervención, tomando prestadas algunas palabras ya dichas y escritas en
otros tiempos, en otros dolores y por otras personas. Que sean ellas – las palabras-
las que nos sanen, las que nos entreguen
en su alma, la tranquilidad y el amor para reunirnos bajo un mismo cielo, ese
que hoy nos convoca, y que aunque azul e indiferente, nos acompaña para que esta meditación sea un
consuelo.
Hoy sabemos, y esto es gracias a
mi abuelo, que no dejamos de ser ni desaparecemos al partir de este mundo,
porque como dice Mauriac, La muerte no nos está robando a ningún ser querido.
No nos han arrebatado a nadie. No se ha ido. Al contrario. Aún permanece. Hoy hay un Ángel que se guarda e inmortaliza
en el recuerdo. Ese recuerdo que cargamos todos y cada uno de nosotros en mitad
del pecho. Debajo de la Lengua y En el corazón.
Que sean las palabras, las
benditas y precisas palabras las que hoy guíen y acompañen la memoria y la
presencia de la Abuela Helena. Que sean las palabras esos ríos sanadores que
den luz a mis tios: Martha, Clara, Miguel, Edna, Carlos y a mi mamá Luz Elena. En
ustedes queda vivo el legado de quien les dio su mano al nacer. El fue ese
tronco invulnerable, y ustedes las ramas que hoy al viento del cambio se
sacuden. Que sea pues esta una danza invencible para gritarle a las
generaciones venideras: El amor y la humildad es posible. Lo aprendimos de él,
y vamos a ir dejando pedacitos de amor, en su nombre, por todo el mundo.
El vive aquí, Jamás será el
olvido. Camina entre nosotros y nos envuelve con su increíble manto. Esa misma
protección que en vida nos dio a través de sus manos gigantes. Abiertas.
Siempre dispuestas a dar y a convidar. A Sanar y a suturar. A decir vida con
los dedos. Benditas Manos abuelo. Riega sobre nosotros entonces ahora tus
bendiciones. Porque aquí estás: en la sonrisa firme de los pequeños de la
familia. Mario, Diego, Oriana, Gabriela y Alejandra. Ahora es el momento de
enaltecer la cruz que llevamos en la sangre. A través de la constancia y el
trabajo. El no se ha ido. Está aquí, justo aquí en la mirada clara de sus
nueras, Nana y Adrianita, en el empuje de sus yernos, Diego y Gustavo. En la
tenacidad de Tatiana, de Lina y Daniel. Vive en nosotros.
Abuelo: Hoy tenemos, y nos basta, con los árboles al viento que
sembramos y sembraremos en tu nombre, y las fotos amarillas que guardamos entre
las pupilas gracias a tus historias.
Los cerezos del Japón en invierno, la neblina del Tibet, tu
sombrero infinito. El matrimonio a escondidas. Tu viejita. Tu eterna viejita.
La que es hermana, hija, madre y esposa. Tu compañera de viaje. Ella y siempre
ella. Jorge y sus deseos de hacerla monja. Los cigarrillos Kent, el Palacio en llamas,
Gaitán tirado en el suelo, el cenicero a reventar, los juegos de cartas
interminables, el internado ardiendo, tu casita de campo, el moño inmenso sobre
la cabeza de rizos dorados que te enamoró. El vestidito blanco, tu dedo en la
boca y tus ojitos cerrándose para volver a nacer.
Hoy te vemos partir entre la esponja de arena blanca que
precede la inmensa llanura azul. Azul petróleo olivado, Azul de promesas rotas,
azul verde, azul espera. Esperanza. El muelle eterno se pierde en el horizonte.
Tus ojos se entrecierran al contacto amarilloso de las motas de luz que se
cuelan por entre los párpados. Estás de pie, eres una hermosa sombra azulosa
confundiéndose en el cielo. Un ángel perdido en el desierto. Un pecador. La
abuela hoy nos sostiene en sus brazos y sonríe al infinito. Caminamos sobre el
puente de madera hacia el futuro.
Tal y como siempre nos lo dijiste y se lo repetiste a la
Tía, venimos a este mundo en comunión. Unos con otros. Espéranos abuelo que nos
volveremos a encontrar.
Sólo existimos en este instante en el que el sol desgaja
lunares de mandarina sobre el agua. Y aquí estamos. En el medio. Y no recuerdo
esa palabra, no logro recordar cómo se dice cuando la luz que cae sobre el agua
es suave y es hermosa y es dulce. Sobretodo dulce.
Después de todo, tal y como lo dijo Benedetti, La muerte es sólo
un síntoma de que hubo vida. Muchas gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario