martes, 20 de octubre de 2009

VINO Y TINTA

Ella es como una lámpara que juega a ser un sol en un mundo inventado. Él un payaso sin rostro, un camino entizado. Es un mundo con el tiempo pintado en una sombrilla de colores. Somos entonces unas alas de madera buscando una selva virgen para aterrizar. Somos la esperanza… que el tiempo cercenó y convirtió en espera. Tajantemente. Como si nos faltara el aire para que el tiempo congelado se convirtiera en una ilusión de aleluyas.

Ella es la muñeca ojos de papel, la misma que espera en una banca de parque. Sos vos entre confeti y celofán. Soy yo entre caramelos y baúles. Esta pequeña historia, parecida a un barrilete sin espacio y sin temor, la hizo mi hermana. Ella, que tiene más alma que nombre, logró en menos de cinco minutos, hacer mi corazón suspirar como si volviera a nacer, como si por primera vez vieran mis ojos inventados unos banderines de colores bailar al compás de una ráfaga de viento.

Ella, hermana mitad del alma, no tiene nombre. Yo se lo doy cada que quiero y hoy se llama Esperanza. Porque sin necesidad de tiempo, de aire o de cielo, me recompuso en mil pedazos. Sin palabras unió mis ansias con las peras y me dijo que no debía estar triste, que todo iba a estar bien. Que la esperanza existe porque el sol siempre vuelve a brillar… aunque a veces lo confunda con una lámpara fundida en medio de dos o tres bancas grises. El sol que se pierde en los parques sin dios, me dice que mis ojos de papel no son ojos porque alguien los ve, sino porque buscan el sol y ven. Gracias Vino, gracias vos... Esperanza que no espera.

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