martes, 21 de julio de 2015

RADIOACKTIVA 99.9 EFE EME



Tengo 14 años y ganas de no hablar con nadie. Hay temporadas en las que prefiero quedarme quietecita mirando por la ventana. Absorta y en otro mundo. Soy invisible. Cuando me quedo así, recuerdo los pocos años que cargaba en las pestañas y salía del baño enrollada en una tohalla y abría la ventana del cuarto. Entonces los ojos se me quedaban pegados a las bifloras blancas y rojas que retoñaban en el jardín. El tiempo no existía y las vacaciones de diciembre eran tan pero tan lejanas, que un año era una expedición asombrosa y eterna entre cuadernos, marcadores y loncheras de plástico llenas de mekato.

Ahora el tiempo pasa mucho más rápido. Aún no ha nacido la pequeña de la casa, y aunque todavía tengo algunas camisas rosadas con flores en el closet, prefiero el silencio y las boquillas de las latas de cerveza para amarrarme los tenis de gimnasia.

En Kokoriko me regalaron un radio AM-FM. Es naranjado. Me cabe en el bolsillo y así los profesores no me lo pillan. En el colegio adoro esconder cosas entre mis medias y zapatos. Todo aquello que es prohibido por la curia y las monjas reposa entre mis piernas: El liquid Paper con el que escribo en los zapatos y en la pared; el minisigui en Bolsitas que me gusta comer en el baño; los audifonos enrollados en medio de la falda, en el bolsillo que tengo entre las piernas y el short, con los que me puedo escapar cuando me da la gana. En alguna ocasión me pillaron escuchando música en clase de Sociales. ¡Qué indecencia por dios! Tuve que esconder el radio por un tiempo en el fondo del morral porque corría peligro. Fue una época oscura. La vida y la comedia palpitaba en el momento en que escribía mi nombre en la tapa del pupitre en diferentes letras: Vale, Valen, Valentina, Vale, Valen, Valentina. Va-len-ti-na.



Cuando amainaron las aguas, y me felicitaron a viva voz que porque estaba muy "obediente" y había madurado mucho porque ya no hablaba. Entonces supe que era tiempo de volver. Esta vez mis papás me habían regalado un disc-man marca Sony, redondo y plateado. Parecía un disco de plata de esos que le regalan a los artistas cuando van muy bien y han vendido mucho. Era un aparato especial para los que salían a trotar porque el cd no brincaba en su interior, entonces esa terrible y molesta pausa de la música al caminar era inaudible. Indetectable. Era mi gran tesoro. 

Mientras en casa todos corren para montarse al carro, yo con parsimonia y elegancia escojo el cd. Me creo en una película a blanco y negro. Imagino que mis dedos titubeantes que se pavonean por encima de las tapas de los discos, están siendo filmados por algún director escondido detrás de mi oreja, sé que más grande voy a ser famosa por tener unos dedos tan lindos: 

Uno: The Offspring (di ofspring) aiiiii wannnnttt youuuu badddddddddd
La nena de los ojos verdes empapada en cerveza y crema de afeitar me encanta.

Dos: Gorillaz
aaaaaiientttt japi!! ammm filiiiing glad ai gad sonshaaaiinnn in a baagggg
Esos tipos no tienen cara. Tengo que buscarlos en internet cuando vaya donde la tía nena para ver si de una vez descubro misterio. Me escribo en la palma de la mano: "Buscar Gorillaz y Daft Punk".



Tres: Linkin Park, Cuatro: Limp Bizkit. Cinco: me decido por Simple Plan.

- ¡Valentina!

Llama el papá

- ¡Voooy!

Respondo en un grito y cierro de un portazo.

Me bajo del carro y me despido sin ganas. Escondo los audífonos por entre el pelo oscuro y me amarro los zapatos. A veces me hago la desentendida. De vez en cuando sonrío. Camino hacia el salón. El morral me pesa y en el fondo guardo lo innombrable. El esqueleto de todos los pecados. El santo grial de los estudiantes. Me siento en el salón. Los profesores esperan. Me sonríen y saludan. Yo también sonrío.

Los miro a los ojos mientras rezan y me acuesto en el pupitre. Me pongo a soñar: Estoy en Bogotá. No. En Cali. Estoy en Cali. El cielo corre por encima como en una contrareloj. Miro por la ventana. Las calles. Las patinetas, el amor inventado. El rostro que aún desconozco. En los oídos las canciones del ayer: Lamento Boliviano, Ambar de 3-11, A mis amigos de la Mojiganga. Me voy.

Me fuí, y realmente no sé para qué carajos volví.