miércoles, 22 de abril de 2015

Diario de una inconsciente. Día Uno. Lluvia



El Camino

Estoy a punto de tatuarme los pies. Esta vez es una frase que atraviesa todo el talón. Tiene la palabra pena, como todo lo mío. Le dije a mi mamá que tenía que salir a a recoger unos papeles, pero cuando vio el fuego que me quemaba en los párpados supe que lo sabía. Todo hay que decirlo: a ella no le gustan mis tatuajes. A nadie realmente. Estoy por mentirle otra vez. Le voy a decir que me van a cortar el pelo, que voy para donde el odontólogo y que me regale 200 pesos para fumarme un cigarrillo en el parque mientras la espero para mercar. Hoy vuelvo a mercar. No lo hacía desde hace 1 año.

Las palabras de Rulfo fueron reveladoras cuando las encontré hace ya 7 años, igual a como encontré a Simone y a Camila: colgadas del techo de la Biblioteca de mis tías como unas muñequitas de terciopelo y trapo. Reveladoras encima del techo y del suelo. Tan fuertes que me las voy tatuando una a una en la espalda, debajo de la axila. En los labios. Esa Biblioteca ya no existe. La tumbaron a los golpes y las tías regalaron todos los libros al mejor postor. No pude salvar casi nada. Me quedó Verne pero no lo he leído aún.

Vuelvo al asunto de Camila y Rulfo. Aparecieron como aparece la gente que después de un tiempo, se le queda a uno viviendo debajo de la piel: a la carrera, sin pretensiones, sin siquiera saberlo. Inconscientemente. 

Camila




En mi casa no había internet. Asi que me fui a esuchar "Puente" de Ceratti en el computador de Camilo (Camilo no Camila). Esa canción me la había mandado un tipo que se hacía llamar Rocamadour y hace poco lo recordé porque resulta que ya viene el día de la madre y dicen que ese es el nombre de los buenos hijos. Aunque debo confesarles que el tipo este se llamaba así porque se creía un conejo y no un buen hijo. No era para nada un buen hijo. En fin. El asunto es que yo estaba matando el tiempo entre las teclas y el Amor Amarillo y resulta que la ví. Voltié hacia la derecha para pensar un poquito y estaba metida entre dos pastas verdes botella. Ella toda roja en medio de tanto verdor. Chiquita, altanera, de pelito en fuego y zapatos brillantes. Ahí quieta y deliciosa. Como pa cogerle a piquitos esa jeta. Yo lo hice. Me importó un pito, como las tetas de Motoa. Me importó un Pito y recordé el aparte de "pero si no saben volar pierden el tiempo conmigo", y yo perdí el tiempo con ella y ambas sabíamos volar. Camilo no estaba entonces la abrí por la mitad y ahí me tuvo toda la tarde hasta que se hizo de noche. Nunca la voy a olvidar. Nunca. Aunque ahora no recuerdo ni una sola de sus palabras ella siempre va a quedar como la primera y la única. La que me supo atrapar de principio a fin. Me cogió por el cuello y me degolló como a un cisne. Como hacen los grandes.

Rulfo



A Juan si me lo llevé para mi casa y lo tuve en mi cama. Fue el primero. El primero por lo menos con el que me acosté más de 6 horas sin parpadear. Recuerdo que no estaba tranquila. No me podía acomodar y me tocó enclavar una almohada debajo de la espalda (siempre que digo espalda pienso en Lina y en la espada tan fría que la atraviesa de principio a fin). En todo caso me tocó ponerme la almohada entre las piernas, en la cabeza, debajo del cuello; me acosté sobre la barbilla, me acosté encima de las tetas, me acosté en el piso y nada. Todo seguía ahí en el techo: el páramo, las putas, el fuego, la muerte, las babas y yo seguía incómoda. Incómoda con el dolor en el pecho, ese dolor que yo sé que es rojo, y que voy botando por la lengua y por los ojos y que todo el mundo le llama "el de las despedidas", y cuando me miran de frente sienten lástima de la sangresita que se me brota por encima de las cejas. Nadie entiende que las despedidas traen su propio requiem detrás, como un cortejo fúnebre lleno de música y color. El simplemente llegó y me lo dijo. Primero me lamió el cachete, así como a mi me gusta, dejándome un poquito de babita entre los párpados. Después puso la boca y los labios y la lengua, ahí, justo en el centro de la oreja que siento en el ombligo y me lo dijo:

"Cuando me senté a morir, ella me rogó que me levantara y que siguiera arrastrando la vida, como si esperara todavía algún milagro que me limpiara de culpas"

Me separó y se sonrió. "Ni siquiera hice el intento" me dijo en un susurro. Yo lo miré a los ojos.

 “Aquí se acaba el camino —le dije—. Ya no me quedan fuerzas para más.” Y abrí la boca para que se fuera. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón."

Yo entonces lo entendí. En mi cabeza yo también gritaba "Dile que no me mate Juan! Dile, dile que no me mate!"

Lisbeth

De Lisbeth no les había hablado. No sé por qué, será por lo fría que es. Igual tampoco quiero. A ella no la encontré tirada en ninguna otra parte, ni fue una casualidad de la vida como Camila. No. A ella si la busqué. La asesina, la llena de sangre y de vida. Camila no es tan agresiva ni es tan llena de plomo. En cambio Lisbeth sí. De ahí su nombre y su espalda. De ahí sus ganas de salir corriendo siempre, aún cuando conoce las respuestas y lo arregla todo con un cigarrillo. Ella también me ha hecho el vendaval que soy.

El Tatuaje


Vuelvo al asunto del tatuaje y de la mentira. Lo que pasa es que con la lluvia entendí que el futuro y el mañana pueden esperar en el cajón. La clave es que al puto cajón hay que echarle llave y tirar esa llave al río, porque si no, nos absorbe con todas sus desventuras, sueños e ilusiones que no son más que cartas sin estampillar. Aprendí que cuando el Adiós vuelve y aparece, llega bañado en sangre seca. Ya no hay llanto. Ahora las cicatrices surcan el cuerpo como si fueras un mapamundi de piel vieja y estirada al que le meten una lámpara por dentro. Hoy entendí que lo mío son las palabras. No las palomas, ni las flores, ni los colores ni los árboles. a-a. Las palabras. Las benditas palabras que llegan en verso y en beso. 

PD: Anoche soñé con Lina. Y después de quedarme encerrada tras bajar unas escaleras en caracol encontré la respuesta al miedo. Eran unas niñas con alas blancas que les caía nieve desde un ventilador. Se creían actuando en una noche de verano. Lástima que los vestidos no eran tan lindos. Mañana me tatúo las muñecas. Va a decir algo así como "si me caí es porque estaba caminando, y caminar vale la pena aunque te caigas".

Bah.

lunes, 20 de abril de 2015

LA LENGUA DE LAS MARIPOSAS



La mariposa a la que Limón le mordió las alas sigue viva. 
Aún cuando la lengua le cuelga hasta el pavimento ella sigue caminando. 
No sé para dónde carajos va si ya no puede volar